I
Por Hugo Chávez Frías
Aconteció en Cancún, en la Riviera Maya, los días 22 y 23 de febrero: El sueño visionario del Libertador remontó los tiempos para encarnarse de nuevo en México. Para decirlo con Bolívar: “El bien inestimable de la unión es el objetivo”, y cobró toda su significación y trascendencia en la Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe. Demasiado largo ha sido ya el tiempo de las fragmentaciones impuestas, de las distancias indeseadas, de las lejanías interesadas que no han hecho más que dejarle el campo abierto a todas las tropelías y atropellos del imperio.
Ciertamente, la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe nace como un espacio de articulación: La unión es la visión de largo plazo y el punto de llegada. La unión no se decreta, se debe ir construyendo, paso a paso, respetando las diferencias que existen entre nuestros países.
Ahora bien, hemos conquistado un sólido punto de partida. A partir de esta Cumbre convocada y organizada por el Grupo de Río, el imperativo de la unidad ha cobrado nuevos bríos, va apareciendo con perfil propio y con una inexorable voluntad plural y colectiva.
Ha llegado la hora de los pueblos y ha comenzado a sonar en todos los relojes la hora de fundirnos en una verdadera hermandad continental, para honrar de forma activa, en esta Era Bicentenaria, el legado de dignidad plena de nuestras libertadoras y libertadores. He allí nuestro desafío histórico: no sólo ser sus herederos y herederas, sino sus continuadores y continuadoras.
La creación de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe, como lo dije en México, hace renacer el supremo sueño de Bolívar, de Martí y de todos y todas los que creyeron en la unidad como valor de existencia para nuestros pueblos y lucharon por su realización. Doscientos años de batalla reafirman una certeza histórica común y compartida: nuestros pueblos son, en definitiva, un solo pueblo en toda la extensión de la Patria Grande.
Estamos conscientes de que no va a ser fácil avanzar hacia la unidad: el prontuario de ignominias de Estados Unidos en nuestras tierras así nos lo hace suponer. Unirnos para ser cada vez más libres, independientes y soberanos es algo que, social y políticamente, impide el desarrollo de la agenda imperial y neocolonizadora gringa: no olvidemos que el imperio, a lo largo de nuestra historia, ha logrado mantenernos divididos para debilitarnos y, finalmente, dominarnos.
Ciertamente, la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe nace como un espacio de articulación: La unión es la visión de largo plazo y el punto de llegada. La unión no se decreta, se debe ir construyendo, paso a paso, respetando las diferencias que existen entre nuestros países.
Ahora bien, hemos conquistado un sólido punto de partida. A partir de esta Cumbre convocada y organizada por el Grupo de Río, el imperativo de la unidad ha cobrado nuevos bríos, va apareciendo con perfil propio y con una inexorable voluntad plural y colectiva.
Ha llegado la hora de los pueblos y ha comenzado a sonar en todos los relojes la hora de fundirnos en una verdadera hermandad continental, para honrar de forma activa, en esta Era Bicentenaria, el legado de dignidad plena de nuestras libertadoras y libertadores. He allí nuestro desafío histórico: no sólo ser sus herederos y herederas, sino sus continuadores y continuadoras.
La creación de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe, como lo dije en México, hace renacer el supremo sueño de Bolívar, de Martí y de todos y todas los que creyeron en la unidad como valor de existencia para nuestros pueblos y lucharon por su realización. Doscientos años de batalla reafirman una certeza histórica común y compartida: nuestros pueblos son, en definitiva, un solo pueblo en toda la extensión de la Patria Grande.
Estamos conscientes de que no va a ser fácil avanzar hacia la unidad: el prontuario de ignominias de Estados Unidos en nuestras tierras así nos lo hace suponer. Unirnos para ser cada vez más libres, independientes y soberanos es algo que, social y políticamente, impide el desarrollo de la agenda imperial y neocolonizadora gringa: no olvidemos que el imperio, a lo largo de nuestra historia, ha logrado mantenernos divididos para debilitarnos y, finalmente, dominarnos.
Lamentablemente, la OEA se convirtió en su principal instrumento de dominación y, por ello, debe desaparecer más temprano que tarde.
En torno al penoso incidente con el Presidente colombiano, no creo conveniente decir más de lo que ya he dicho: ante todos los asistentes a esta Cumbre quedó develada su intención provocadora para desvirtuar el supremo objetivo que nos reunía. No podemos confundir lo subalterno con lo trascendente: la realización de la unidad de quienes compartimos lazos históricos y fraternos fue el espíritu de Cancún. El espíritu que se hizo carne en el respaldo unánime a la Argentina, que batalla por la plena recuperación de su soberanía sobre las islas Malvinas; el espíritu que se hizo carne en la decisión unánime de maximizar nuestro respaldo económico al pueblo haitiano para que le haga frente, en las mejores condiciones, a la tragedia que hoy padece; el espíritu que se hizo carne en la voluntad unánime de romper con la secular exclusión de la Cuba revolucionaria.
Como lo dijo la presidenta Bachelet, recordando al presidente mártir Salvador Allende: partimos de Cancún con la mayor alegría, con plena confianza en la sabiduría de los pueblos para ir forjando su propio destino e ir abriendo así aquellas anchas alamedas de dignidad.
Como quería Bolívar, nos estamos llamando al orden y a la razón para que la Patria Grande, independiente y unida, sea el hermoso patrimonio que le leguemos a la posteridad.
II
El jueves 25 de febrero se produjo el lanzamiento de La Radio del Sur, voz de la Patria Grande. Se trata de una poderosa red conformada por más de 100 radioemisoras, que no sólo abarca a toda Nuestra América sino que se extiende a África y Asia: el Sur también existe y está batallando, en todos los terrenos, por el nacimiento de un mundo donde quepan muchos mundos.
Contamos ahora con un nuevo instrumento para la batalla comunicacional e informativa, por la soberanía cultural de nuestro Sur y para seguir desalambrando los latifundios mediáticos.
Debido al peso que tiene la televisión en la vida contemporánea, hay una cierta tendencia a menospreciar el universo radiofónico y su alcance. Craso error: el potencial de la radio para la descolonización cultural y la transformación de las conciencias es muy grande. Tengo la certeza de que La Radio del Sur se encargará de demostrarlo fehacientemente.
Las voces del Sur -tan plurales como diversas- tienen mucho que decir y merecen ser escuchadas: a través de esta red de radioemisoras vamos a poder escucharnos plenamente y sin interferencias. A través de La Radio del Sur vamos a poder conocernos y reconocernos.
III
Hoy 27 febrero escribo esta nueva entrega de Las líneas de Chávez: hoy, en este día, estamos conmemorando 21 años del Caracazo. Mejor dicho, del Venezolanazo, porque la rebelión popular de febrero de 1989 se extendió por todo el país. Ciertamente su epicentro estuvo en Caracas pero fue de carácter nacional.
Quiero recordar unas palabras de aquel fundador del pensamiento nuestro americano llamado Simón Rodríguez, porque mañana, cuando se publique esta edición de Las Líneas, estaremos conmemorando el 156° aniversario de su desaparición física. Robinson avizoró y caracterizó, como nadie, nuestra tragedia histórica, al decir que somos “miserables en medio de la abundancia”. Un 27 de febrero de 1989 nos cansamos de serlo y dijimos ¡basta!.
27 de febrero de 1989: el hecho político de mayor trascendencia del siglo XX venezolano y la fecha del Renacimiento de la Revolución Bolivariana. El mismo año en que caía el muro de Berlín, el pueblo venezolano despertaba y se alzaba contra el Fondo Monetario Internacional y el neoliberalismo, dándole un rotundo mentís a la falacia del “fin de la historia”: una nueva historia comenzaba en Venezuela con la rebelión de los pobres, con la conciencia de lucha, de batalla, que encarnó en las seculares víctimas de la desigualdad y la exclusión. Una nueva historia escrita con la heroica sangre popular venezolana.
A nosotros y nosotras sí que nos está prohibido olvidar: en 1989 se cometió el más grande genocidio de la historia de Venezuela del siglo XX. El más sistemático y criminal ejercicio de terrorismo de Estado se desarrolló en los primeros días de marzo, luego de que la rebelión se había apagado.
El genocida mayor es Carlos Andrés Pérez, pero no el único: reos de genocidio serán, por toda la eternidad, los personeros de su Gobierno, los cogollos de AD y Copei, los integrantes del Alto Mando Militar para aquella fecha, las cúpulas de Fedecámaras y Consecomercio, los dueños de los latifundios mediáticos y pare usted de contar.
Necesario es, en este día, rendirle tributo a nuestros mártires: ellos y ellas viven en la victoria de la Revolución Bolivariana. Como decía una luminosa e imperecedera consigna que nació del febrero rebelde de 1989: “No hay pueblo vencido”. Y nunca más habrá pueblo traicionado.
Vamos a hacer memoria, vamos a seguir forjando memoria colectiva: saber de dónde venimos es decisivo para no perder el rumbo hacia el socialismo, esto es, hacia nuestra independencia definitiva.
El genocida mayor es Carlos Andrés Pérez, pero no el único: reos de genocidio serán, por toda la eternidad, los personeros de su Gobierno, los cogollos de AD y Copei, los integrantes del Alto Mando Militar para aquella fecha, las cúpulas de Fedecámaras y Consecomercio, los dueños de los latifundios mediáticos y pare usted de contar.
Necesario es, en este día, rendirle tributo a nuestros mártires: ellos y ellas viven en la victoria de la Revolución Bolivariana. Como decía una luminosa e imperecedera consigna que nació del febrero rebelde de 1989: “No hay pueblo vencido”. Y nunca más habrá pueblo traicionado.
Vamos a hacer memoria, vamos a seguir forjando memoria colectiva: saber de dónde venimos es decisivo para no perder el rumbo hacia el socialismo, esto es, hacia nuestra independencia definitiva.
IV
En la madrugada de hoy, sábado 27 de febrero, recibimos la mala nueva del devastador terremoto que sufriera la hermana Patria chilena: vaya el testimonio de nuestra total solidaridad con el pueblo chileno y con el Gobierno de la compañera Michelle Bachelet, junto con la más sentida expresión de nuestro dolor nuestroamericano para los familiares de las víctimas. Llegue, también, la más viva y solidaria palabra de aliento a todos los hermanos y hermanas que han sido afectados directamente por esta catástrofe.
Venezuela está a la orden de Chile en esta trágica coyuntura y pone a su disposición todos los medios humanos y materiales con los que modestamente contamos, que puedan contribuir a salvar vidas humanas y a reparar los daños causados por este terrible sismo. Así se lo hice saber a la Presidenta Bachelet.
Vaya un fuerte abrazo para la valiente Michelle quien, desde un primer momento, junto a su Gobierno, se puso al frente de las labores de rescate y de restablecimiento de la normalidad.
Con Chile en el corazón del pueblo de Venezuela y con, para decirlo desde Neruda, la luz de Chile enarbolada en cada uno de nuestros corazones, vaya un infinito abrazo para el pueblo de Salvador Allende, y de manera particular para la muy respetada y querida comunidad chilena que vive junto a nosotros en Venezuela.
Lo decimos con Bolívar: “somos los pueblos de las dificultades”…
¡Patria socialista o muerte!
¡Venceremos!