La importancia de la Revolución Liberal Restauradora es la integración
del estado Táchira al resto de Venezuela, y sobre todo que los
tachirenses asumieran la responsabilidad política y económica de
administrar su propia Entidad Federal.
El Táchira un estado independiente y Antonio Guzmán Blanco arrecia contra
nuestra autonomía y conforma el gran estado Los Andes.
Y la andina Guerra Santa tomó forma, ocupó lugar, entusiasmó primero a
pocos y luego a muchos, tuvo éxitos tempranos y sumados cabecillas, y,
en especial, inevitables y decisivas negociaciones políticas, fue
conocida por la Historia Patria como la Revolución Liberal Restauradora,
a cuya cabeza estuvo desde sus inicios Cipriano Castro al mando de
escasos sesenta hombres que “aguardaban con sus cabalgaduras y
chamarretas, ajustados los revólveres en el corredor de Bellavista. Se
les sirve café y escancian a pico de botella el garrafancito de ron de
la Ceiba”. (Picón Salas, 1986,63). Citemos otro breve “parte de guerra”
acerca de la evolución de esta asonada restauradora que se inició el 23
de mayo de 1899 en los márgenes del Río Táchira hasta llegar victoriosa,
cinco meses más tarde, ochenta y un días después, a Caracas, el 22 de
octubre de de 1899, diez fechas después del cumpleaños 41 del General
Cipriano Castro: “En adelante Castro realiza una campaña en la cual
destacan los siguientes hechos armados: Tononó (26.8.1899), Las Pilas
(27.5.1899), El Zumbador (9.6.1899), Cordero (28.6.1899), Tovar
(6.8.1899), Parapara (26.8.1899), Nirgua (2.9.1899) y Tocuyito
(14.9.1989). El presidente Andrade abandona el país por el incontenible
avance, quien entra a Caracas el 22 de octubre de 1899 para
convertirse en primer magistrado hasta diciembre de 1908”. (Diccionario
de Historia de Venezuela, 1997, 741).
La historiografía venezolana es pacífica en señalar que los inicios
de la Revolución Restauradora hay que buscarlos en la reacción contra la
ineficiencia y el debilitamiento progresivo del gobierno de Ignacio
Andrade. En efecto, se señala que el régimen andradista se desestabiliza
lentamente debido entre otros factores al principalísimo, a la pérdida
física del principal apoyo de Andrade, el General Joaquín Crespo, quien
fallece el 16 de abril de 1898 en la Batalla de La Mata Carmelera,
cuando enfrentaba las fuerzas insurrectas del General Hernández, el
célebre Mocho. Rodríguez Durán expresa que “su trágica desaparición
significó una verdadera desgracia nacional, enlutó al país y abrió
camino para el caos absoluto.
En ese momento El Taita era el máximo
caudillo civil y militar de Venezuela”. A esta pérdida fundamental se
suman otras circunstancias no menos importantes: la disminución de los
ingresos fiscales y las crecientes presiones de los gobiernos
extranjeros para el pronto pago de la deuda extranjera contraída por la
República. Además, desde la perspectiva de Castro, se añade el decreto
de la reforma constitucional del 22 de abril que intenta, en perjuicio
de la organización político - territorial existente, devolver las
“autonomías históricas” a ciertas regiones del país para crear un total
de veinte estado.
Bajo la enseña “nuevos hombres, nuevos ideales, nuevos procedimientos”, el Presidente Castro inicia su mandato designando - paradójicamente - un gabinete ministerial integrado en su totalidad por rancios protagonistas del combatido Liberalismo Amarillo, sin ninguna participación del grupo andino que lo acompañó en su gesta restauradora. Ya el General José Ignacio Pulido, nuevo Ministro de Guerra, se lo había advertido tajantemente: “Muy mal hecho Cipriano. Muy mal hecho”. La reacción ante estos nombramientos no provino - extrañamente - del grupo de andinos sino del General nacionalista Hernández, El Mocho; quien al ver designados como ministros en el gabinete en estreno a sus tradicionales enemigos políticos, rompió su nombramiento como Ministro de Fomento y se volvió a alzar en armas, esta vez contra el iniciado Gobierno de Castro./.
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