domingo, 11 de julio de 2010

A mis hermanos del Táchira

¡Salud y Paz en el Señor Jesús!

 Hace 11 años, el Santo Padre Juan Pablo II me designó Obispo de la Diócesis de San Cristóbal, encargo pastoral que asumí con gozo e ilusión y con total sentido de obediencia. Si bien ello implicaba venir a una tierra desconocida por mí, no tuve ni temores ni aprehensiones para venir a ella. Mi familia y amigos más allegados quizás pudieron sentir que podría alejarme de ellos físicamente; no faltó quien pensara que se trataba de una especie de castigo. Todavía me preguntó “¿Castigo de y por qué?”

Desde los primeros momentos de mi llegada al Táchira comencé a recorrer sus caminos para conocer y encontrarme con su gente y sus comunidades. Es lo que cada pastor debe hacer si quiere ser auténtica imagen del Pastor Bueno, Jesús. Descubrí una tierra hermosa en paisajes y cultura, con una rica herencia humanística y religiosa, con un porvenir que supera las altas montañas andinas de esta tierra. Pero, sobre todo, descubrí dos grandes riquezas que he tratado desde entonces hacer crecer: la fe de su pueblo, sencilla y profunda, y el presbiterio diocesano.

Desde entonces me sentí y me sigo sintiendo comprometido con esta tierra y con su gente, los nacidos acá y los venidos de otros lares. He buscado hacerme no un tachirense más, sino ante todo un verdadero tachirense: capaz de sentir la fuerza de sus montañas, ríos y llanuras, dispuesto a asumir la cultura del hombre y de la mujer tachirenses, decidido a arriesgar y entregar mi vida para la construcción del Reino de Dios en cada uno de los rincones de la geografía regional.

Soy consciente de mis deficiencias y de mis fallas; como también de las capacidades que Dios me ha dado, las cuales trato de poner al servicio de todos como pastor de la Iglesia. Mi gran amor y pasión ha sido la Iglesia: esto me ha llevado a fortalecer la unidad de la misma, la comunión con los sacerdotes y la promoción del laicado. Hago mías las ilusiones y esperanzas, las angustias y los dolores de todos. Aunque sé que no he estado a plena altura del compromiso, sí quiero reafirmar que estoy decidido a seguir dando lo mejor de mí en beneficio de nuestra Iglesia y de nuestro pueblo del Táchira.

Entiendo que hay quienes no comparten muchas de mis ideas, propuestas y estilo pastoral. Aunque haya podido recibir incomprensiones, críticas y hasta acusaciones calumniosas, puedo garantizar que no guardo rencor hacia nadie, ni siento que tenga enemigo alguno. Toda mi vida he tratado de ser un hombre de diálogo y de esperanza, alfarero de encuentros, mediación y reconciliación. Estoy dispuesto a seguir haciéndolo, porque creo que es el mejor método para que un pastor sea constructor de la unidad. Eso no significa claudicar ni renunciar a la verdad ni dejar de tener la libertad de los hijos de Dios.

En comunión con mis hermanos sacerdotes, nos hemos propuesto el objetivo de fortalecer la Iglesia local de San Cristóbal, para que continúe siendo fiel a su misión evangelizadora y servidora de la gente, en particular de los pobres y excluidos de la sociedad; así, animada por el Espíritu Santo, entonces ella seguirá teniendo sabor a pueblo.

Lo antes dicho quiere ser el marco de referencia y la garantía para reiterar que, además de estar contento por ser pastor del Táchira, no me siento ni exiliado ni castigado. Todo lo contrario: sumamente agradecido a Dios por el don de haberme elegido para guiar la Iglesia local de San Cristóbal. Nunca me he arrepentido de estar trabajando sacerdotalmente en el Táchira que he hecho mi tierra, donde espero seguir trabajando hasta cuando Dios me lo permita. Así como Pablo invitó en su época a hacerse judío con los judíos y griego con los griegos, con mi fe, herencia hermosa recibida de mis padres, quiero seguir siendo tachirense con los tachirenses, en afectiva comunión con todos los hombres y mujeres de Venezuela, así como con todos los Obispos y Sacerdotes de Venezuela

A todos los habitantes del Táchira, cualquiera que sea su condición, a los dirigentes y actores políticos de todas las tendencias, a los jóvenes, adolescentes y niños, a los ancianos, a los pobres, excluidos y desplazados, de verdad a todos sin excepción de ningún tipo, reitero mi disposición de seguir siendo “servidor y testigo” de Jesucristo para ustedes. Les invito a que, en unión de esfuerzos, continuemos demostrando que el Táchira es una tierra de promisión y de futuro, donde nace la gran Venezuela.

A María del Táchira, Nuestra Señora de la Consolación, y al Santo Cristo de La Grita encomiendo nuestro ser y quehacer en esta tierra tachirense e Iglesia local de San Cristóbal.

Con mi cariñosa bendición,

            + MARIO DEL VALLE, OBISPO DE SAN CRISTOBAL.

Las Líneas de Chávez No 80 ¡¡Ay, Cardenal…!!

Por: Hugo Chávez

I

Al culminar esta semana de ascensos militares y de graduación conjunta y pase a retiro, necesario es que reflexionemos sobre la Revolución militar que está en marcha en Venezuela. Y digo en marcha porque éste es un proceso que no ha terminado y que debe continuar radicalizándose, profundizándose permanentemente.

Las y los militares venezolanos estamos reencarnando colectivamente el espíritu de Bolívar y demostrando que somos dignos herederos y herederas y legítimos continuadores y continuadoras de su obra. Estamos asumiendo plenamente nuestra esencia bolivariana: ser pueblo en armas. Y quien dice ser, dice sentir, pensar y hacer.

Me parece pertinente recordar, en este contexto, unas palabras del General de la Dignidad, Omar Torrijos dirigidas a los militares de su Patria, recogidas por el gran escritor panameño José de Jesús Martínez –quien fuera uno de sus colaboradores más cercanos- en su extraordinario libro Mi general Torrijos (1987):

“El rango se da por decreto. La jerarquía se conquista con actos ejemplares. Tiene rango quien dice `Vayan´. Tiene jerarquía quien dice `Síganme´. La razón tiene rango. La necesidad tiene jerarquía. Los estudiantes, los obreros, los campesinos, los niños…, son las jerarquías a cuyas órdenes ustedes deben ponerse”.

Torrijos nos señala el camino del verdadero liderazgo militar en tiempos de Revolución. Toca, entonces, a todos los cuadros de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, conquistar la jerarquía, cada día, con actos ejemplares. Hacer valer el compromiso que se encarna en cuatro palabras que son mucho más que una consigna, un lema o una divisa: ¡Patria socialista o muerte!

Bolívar, no lo olvidemos, siempre tuvo clara la diferencia entre rango y jerarquía: “Yo desprecié los grados y distinciones. Aspiraba a un destino más honroso: derramar mi sangre por la libertad de mi patria”. Grábense a fuego estas palabras en el alma, en especial, los nuevos cuadros de la Fuerza Armada.

En otro orden de ideas, considero que es de la mayor importancia seguir rompiendo con los anacrónicos paradigmas impuestos por la IV República. Un ejemplo elocuente de esta ruptura lo tuvimos esta semana: el ascenso al grado de Vicealmirantas de Carmen Meléndez de Maniglia y de Silvia de Semeco. Junta a ellas, la Aviación Militar Bolivariana cuenta con dos nuevas Generalas de Brigada y la Armada Bolivariana con tres nuevas Contraalmirantas.

¡Vamos, mujeres, que son ustedes la continuación de  la Generala Manuela Saenz, de las combatientes Juana Ramírez, Josefa Camejo, Ana María Campos…!

El jueves 8 de julio en un imponente acto celebrado en el Patio de Honor de nuestra bicentenaria Academia Militar de Venezuela, comenzó la carrera militar de una nueva generación de hijos e hijas de nuestra Revolución Bolivariana.

582 nuevos oficiales de los diferentes componentes de la Fuerza Armada Bolivariana, recibieron el sable que los compromete con el supremo mandato bolivariano: defender activamente las garantías sociales y ser garantes de los derechos que el pueblo venezolano ha ido conquistando en su marcha hacia el socialismo.

II

En De militares para militares –libro publicado clandestinamente en la década del 60 y reeditado en el 2006 por el Fondo Editorial El Perro y La Rana- Manuel Asuaje Ortega, Américo Serritiello, Antonio Piccardo y Pausides González, los oficiales patriotas y revolucionarios autores de esta obra, nos dicen: “Lo que siempre hemos apuntado es que el militar no debe desconocer la política. Estamos hoy al borde de la destrucción por carecer de jefes que sepan defender la doctrina y las tesis de la Institución Armada como pueblo en armas.” Y remachaban: “Seríamos ciegos si no comprendiéramos que desde el 23 de enero para acá, el destino de las Fuerzas Armadas se está dirimiendo, no en los cuarteles sino en el campo de la política”.

Si en los años 60 del siglo pasado, desconocer la política era simple mengua, para decirlo con Bolívar, hoy, en tiempos de Revolución, sería una insostenible e imperdonable traición al pueblo.





Un oficial sin conciencia política, sin conciencia revolucionaria y patriótica, es una suerte de autómata que no estaría en condiciones de defender integralmente nuestra soberanía.

 

 

III

Las más recientes declaraciones del Cardenal Urosa Savino nos obligan a realizar algunas reflexiones que consideramos pertinentes con el afán de ir colocando cada asunto en su santo lugar.

Habría que hacer verdaderas peripecias doctrinales y teológicas para restarle a la figura histórica del Cristo redentor, su profundo sentido social, su opción preferencial por los pobres de la tierra, su amor desenfrenado por una humanidad fraguada en la hermandad y la justicia.

No seamos tan inocentes: la jerarquía Católica, como institución, ha jugado un papel esencialmente político, tratando de mantener, a lo largo de la historia, el estatus de dominación, incluso con la más criminal violencia. ¿O es que ya se olvidó, Cardenal, de los atropellos de la religión del Imperio cuando dejaron de existir las primeras comunidades cristianas? ¿O es que ya no recordamos el matrimonio de la espada y la cruz con la llegada de los genocidas europeos a tierras americanas o los cariños de la Santa Inquisición para con aquellos que no profesaban su fe?

Por otro lado, la consideración del ejercicio religioso desde el catolicismo se ha prestado y se presta a polémicas concepciones y a través de ellas fijamos el concepto de hombre en que creemos y la sociedad que anhelamos. Y es saludable que así sea, de lo contrario debemos seguir considerando que la interpretación de las escrituras sólo descansa en las máximas autoridades de la Iglesia, asunto nefasto para la propia vitalidad de la creencia.

IV

Detengámonos en dos concepciones contemporáneas en la historia de la fe: el Opus Dei y la Teología de la Liberación. ¡Vaya diferencia! La primera representa la doctrina de la opresión y de los intereses más deleznables, con la justificación de las desigualdades como principio divino; la otra la libertad y la justicia de los olvidados que tienen el sagrado derecho de existir en un mundo más humano.

Si esa es la balanza ante la que estamos, Cardenal Urosa, nosotros no dudamos por la segunda: la que más fielmente refleja el Sermón de la Montaña; la que nos hace herederos del Cristo liberador e hijo del amor. Cristo para nosotros tiene rostro de gente pobre y desamparada, jamás de explotadores y criminales. He allí la diferencia de principios partiendo del mismo Jesucristo.

En otro sentido, Cardenal, le ruego que no juegue a atrapar incautos con sus interesadas interpretaciones acerca de mi persona y del proceso bolivariano. Aquí avanzamos hacia una democratización plena que bien hemos llamado socialismo bolivariano, cuyo sentido primordial es darle poder al pueblo para que ejerza soberanamente su destino. Para nosotros, el marxismo es una herramienta que nos ayuda a interpretar al hombre, la sociedad y la historia, no un dogma, ni una cartilla.

Me reconozco como un hombre de fe e infinitamente he dicho que tengo al mismo Dios que ustedes tienen, como figura ejemplar de los más elevados valores de justicia, libertad e igualdad, tres pilares esenciales de la fraternidad ejercida más que vociferada.

La vida me ha enseñado que la amplitud de criterios es fuente sana de conocimiento y de ejercicio vital. Así, Cardenal, soy con mucho orgullo, Bolivariano, Cristiano…y también marxista. Si usted ve allí contradicción, poco puedo hacer para que lo entienda, en mí esas concepciones de vida conviven en una estrecha hermandad.

Cumpla con su papel, Cardenal, que yo sabré cumplir ante el pueblo con el mío, pero deje por el amor de Dios, de seguir utilizando la mentira para pescar incautos.

Decir que copiamos modelos foráneos y nos guían ideologías extrañas que chocan con la legalidad que nuestro Pueblo se ha dado, no deja de ser un crimen en quienes creyéndose dueños de la fe de los venezolanos y venezolanas, pretenden manipularla.

El Cardenal Urosa Savino debería  demostrar, ante un tribunal, la inconstitucionalidad de la que, según él, son fiel expresión todas las nuevas leyes que nos hemos dado últimamente, así como las acciones de nuestro gobierno.

Invito a todos los venezolanos y venezolanas a revisar las hemerotecas y leer las declaraciones que Urosa dio a la prensa el 12 de abril de 2002. El hoy Cardenal Jorge Urosa Savino “expresó satisfacción por la culminación del gobierno de Hugo Chávez Frías, el cual calificó de verdadera pesadilla para Venezuela”, según las declaraciones publicada en el diario carabobeño Notitarde en su edición del 13 de abril. “Todos esos fascinerosos, sus jefes y el mismo Chávez, deben ser juzgados y sancionados, porque tienen las manos manchadas de sangre y eso; no puede quedar impune”, expresó también en aquella ocasión el prelado. ¿Quién es el que está, entonces, fuera de la Constitución desde hace rato?

Va contra nuestra Constitución Urosa y la Conferencia Episcopal Venezolana cuando desconociendo el carácter laico de nuestro Estado, pretenden por igual erigirse en un poder estatal, dirigiéndose a nuestro gobierno e instituciones bajo la figura del “Exhorto” que encabeza sus comunicados y pastorales, bajo un chantaje que solo raya en la prepotencia y el desprecio que la alta jerarquía católica siempre ha manifestado contra nuestro Pueblo.

Ahora mismo recuerdo una frase que me salío del alma aquel atardecer del 13 de abril de 2002, cuando otro Cardenal, Ignacio Velasco, llevó a mi cuarto de prisionero en la Isla de la Orchila, a pedirme que “en el nombre de Dios”, firmara la renuncia a la Presidencia, porque según él, “ya todo estaba consumado”.

Estaba tranquilo el pedazo de mar que se abre más allá, hacia el gran caribe, pero yo olía la tormenta que ya se había desatado en tierra firme.

El pueblo estaba combatiendo en las calles, los militares patriotas se unían al pueblo, la dictadura perseguía y asesinaba, Venezuela estaba verdaderamente al borde de una guerra civil, y aquel Cardenal mentía a conciencia, diciéndome que todo estaba en calma, que el pueblo estaba tranquilo, que yo debería hacer “un último gesto” firmando la renuncia, que “ya todo estaba consumado” y que “Dios me bañaría de bendiciones”.

Fue entonces cuando le dije: “ay Cardenal, si Cristo te viera”.

Hoy vuelvo a decirlo: “Ay Cardenales…” bueno, ahora me atrevo también a pedir que Dios les perdone.

V

También esta semana nos acompañó el presidente Rafael Correa, en ocasión de nuestro VIII Encuentro Presidencial; realizamos la primera transacción bilateral para poner en vigencia el Sistema Único de Compensación Regional (Sucre). La Corporación CASA fue la primera empresa beneficiada en la operación bilateral, con la venta de cinco mil 430 toneladas métricas de arroz de Ecuador a Venezuela. El exportador fue el Banco Nacional de Fomento, ente que recibió por la transacción un millón 894 mil 15 sucres.

Igualmente, pasamos revista al avance de los proyectos y convenios suscritos entre Ecuador y Venezuela en materia de seguridad social, intercambio cultural, entre otros; e impulsar las negociaciones en torno a los seis ejes de la relación bilateral: soberanía social, del conocimiento, de seguridad y defensa, energético, productivo, financiero y comercial.

¡Es la Alianza Bolivariana que avanza, a paso de vencedores!

¡Patria, socialista o muerte. Venceremos!

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