viernes, 26 de junio de 2009

DISCURSO DE LA ORADORA DE ORDEN, CON MOTIVO DE LA SESIÓN SOLEMNE DEL CONSEJO LEGISLATIVO ESTADAL, PARA CONMEMORAR EL DÍA NACIONAL DEL PERIODISTA, 2009

ELIZABETH MONTOYA, PERIODISTA DE DIARIO DE LOS ANDES.

El domingo 2 de noviembre de 2008 una joven de apenas 19 años de edad, muere en la UCI del Hospital Central luego de que su ex concubino, un ex agente policial, le propinara una brutal golpiza.

Isabel Trinidad Sepúlveda Velasco, estaba embarazada de una pequeñita de siete meses y medio de gestación. Aunque los médicos le practicaron a Isa una cesárea para tratar de salvar la bebe, ésta falleció luego de luchar 14 días por su vida.


Ya a los 15 años Isa había estado embarazada de este mismo hombre, si se le puede llamar hombre, pero la criatura tampoco pudo ver la luz por un golpe en el abdomen que puso fin a esta incipiente vida que tenía siete meses gestándose.


Por más de tres años, Isa padeció sin gritos, sin quejas, sin ni siquiera un llanto de profundo dolor en los momentos de mayor tortura. Con impotencia la familia demandó al agresor, pero nadie hizo nunca nada.


Isa siempre se iba con él, sin poner resistencia, como hipnotizada.
Cuando quedó nuevamente embarazada, Isa tuvo el valor para dejarlo, pero la obsesión de este hombre era tal que vociferaba, a quien quisiera escucharlo, que prefería verla muerta antes que con otro hombre.


Tristemente logró su cometido. Isa murió de politraumatismos, con una fisura de pelvis y un derrame gástrico causado por brutales golpes, después de 17 días de inconsciente agonía.
En la boca de la familia una sola palabra permanece: Justicia.


Lamentablemente la justicia no llega para todas las mujeres de este estado que sufren violencia doméstica, y que en mayor o menor medida reproducen la trágica historia de Isa que motivó la realización del especial “Mujeres Maltradas: Venciendo el miedo”.


En el Táchira como en el resto de Venezuela no existen estadísticas consolidadas que permitan ilustrar con precisión el problema de la violencia hacia mujeres y niñas.


Sólo se tienen cifras aisladas y existen serias dificultades para acceder a ellas.

Intamujer, que fue uno de los organismos con mayor apertura para dar este tipo de información, estimaba que entre el año 2000 y junio del 2008, había atendido unos 11 mil 528 casos por violencia física, psicológica y verbal.

A la estadística que lleva la Fiscalía del Ministerio Público, sólo pudimos acceder a través de la Defensoría del Pueblo. De acuerdo a este ente público, desde que la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, entró vigencia en abril de 2007 hasta agosto de 2008 el número de denuncias de violencia de género ascendía a 8.195 casos en poco más de un año.


Lamentablemente se estima que sólo una de cada nueve mujeres maltratadas denuncia a su agresor.


Y es allí, donde el periodista cumple una labor fundamental no sólo informando sobre estas realidades o -como se dice popularmente-, siendo la voz de los que no tienen voz, sino colaborando con la formación integral de los ciudadanos para romper los paradigmas y tabúes que persisten en nuestra sociedad. Esto con el fin de lograr que los ciudadanos puedan tener una mejor calidad de vida.


Por eso, cuando se acerca nuevamente la celebración del día nacional del periodista, es necesario resaltar que ser periodista es más que una cara bonita frente a una cámara de televisión, una voz melodiosa en la radio o saber escribir bien. El requisito fundamental para ser periodista es tener vocación, porque el periodismo no sirve para obtener riquezas económicas –bien sabemos todos que la mayoría de nosotros es sub-pagado por la labor que cumple diariamente- y así como la jornada en la calle nos trae muchas alegrías nos llena a veces de desventuras.


Por eso resulta bastante irónico que hayan algunos sectores que quieran banalizar nuestra labor y aseguran que no se necesita ser “profesional” para cumplir con una tarea tan importante que comprende el progreso de la sociedad misma, tanto en lo político, como en lo social, económico y cultural.


Es un atropello para los que ejercemos esta noble carrera que se nos deslegitime nuestra formación académica cuando es esta formación la que nos impulsa a ser mejores para entregarle al pueblo productos periodísticos de calidad.


Estamos conscientes de que una conducta profesional, debe estar ajustada a los lineamientos éticos, que comprenden un tratamiento de la información equilibrado, respetuoso y apegado a la verdad.


Nuestro Código de Ética no ha de ser letra muerta.

Por el contrario, ahora que la comunicación social pasa por momentos de crisis y de cambios con la incorporación de nuevas tecnologías, es cuando más cobran vida estos preceptos deontológicos.


Como servidores tenemos el deber de actuar con responsabilidad ante el público que sigue nuestras informaciones pero también tenemos derecho a ser respetados como gremio, y a que se nos garanticen las condiciones para trabajar sin ningún tipo de presiones.


Considero que a pesar de las dificultades para acceder a la información, los atropellos e incluso las agresiones físicas de las que muchos han sido objeto, el periodista tachirense cumple su labor con gran mística.


Por eso este galardón otorgado a la labor que venimos desempeñando desde Diario de Los Andes debe ser extensible a todos los periodistas que luchan cada día por llevar una información honesta y veraz a los hogares tachirenses.


Queda en nuestras manos y en las acciones de apoyo de la sociedad el que voces como la de Isa que nos enfrentan a crudas realidades, no se extingan por responder a otros intereses que no sean los del bien común.


Finalmente no podía dejar pasar esta oportunidad para decir que me siento verdaderamente honrada de estar aquí no solo por el hecho de recibir este reconocimiento –por el cual estoy muy agradecida- sino por encontrarme en el mismo recinto en el que compartimos innumerables veces con una mujer extraordinaria y luchadora incansable como lo fue la diputada Ligia Montoya, de la cual conservo recuerdos muy gratos como muchos de los presentes. Sólo espero que su jovialidad siga irradiando este Parlamento ahora más que nunca.

Muchísimas gracias.

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